Bocanada #4 – ICC
Saltar al contenido Saltar al pie de página

Bocanada #4

Al Natural: Ser en la Transformación

Embarcados en el 2025, y apenas sorteando las primeras olas, el mundo nos arroja cañonazos imposibles de esquivar. Cada impacto altera nuestro rumbo y nos acerca hacia una isla desconocida. ¿Cómo pensar en un futuro cuando las corrientes tecnológicas sacuden nuestra trayectoria con tormentas, todas con aire de revolución? El status quo delira de un lado a otro, aferrándose a lo que sea antes de volver a ser sacudido. Cada día hay una novedad que supera a la anterior, que inflexiona, sacude. El mundo va rápido —no es ninguna novedad— pero detengámonos un instante, hagamos el esfuerzo de mirarlo por un tiempo y sentir alguna brisa que nos oriente un poco. 

Moldeamos nuestras formas y costumbres en tanto algún descubrimiento mueva una pieza. Si algo avanza, nos configuramos a su medida, aprendemos sus reglas y continuamos su juego. Hemos adoptado con naturalidad un sinfín de sistemas, dispositivos y mecanismos que nos conducen hacia un futuro que parece de fantasía.

En este contexto, hay una figura que cobra relevancia: el cyborg. En los últimos años, los debates sobre la identidad han cobrado fuerza, fragmentando categorías y redefiniendo los límites de lo humano. El ciborg surge como una categoría unificadora, una identidad que trasciende lo biológico y lo tecnológico.

Su definición es amplia y ha evolucionado con el tiempo. Cyborg: un organismo híbrido. El término cyborg (cybernetic organism) fue acuñado en 1960 por los científicos Manfred Clynes y Nathan Kline, quienes lo imaginaron como humanos modificados para sobrevivir en entornos extremos, como el espacio. Sin embargo, con el tiempo la idea se expandió más allá de lo biológico hasta convertirse en un símbolo de la integración tecnológica en la vida cotidiana.

Cualquier individuo que se haya vacunado ha reprogramado químicamente su sistema inmunológico en búsqueda de una mejora. Quienes utilizan implantes auditivos en la cóclea, prótesis artificiales o cualquier otro sistema de soporte biomédico ya han trascendido la dicotomía entre lo natural y lo artificial.

El cyborg ya no es solo una figura de la literatura o la ciencia ficción, sino nuestra propia ontología. Donna Haraway, en su ensayo Manifiesto Ciborg (1983), lo expresa de manera contundente: “En unas palabras, somos ciborgs. Ésta es nuestra ontología, nos otorga nuestra política. Es una imagen condensada de imaginación y realidad material, centros ambos que, unidos, estructuran cualquier posibilidad de transformación histórica.”

Esta simbiosis con la tecnología derrumba una categoría: lo artificial. El concepto se diluye. Si lo humano y lo tecnológico son indivisibles, todo lo que existe es parte de la naturaleza. Ser un cyborg no nos aleja de lo natural; nos revela que siempre lo fuimos. Como argumenta Haraway, la tradicional oposición entre lo natural y lo artificial se ha desdibujado: el humano no puede ser pensado sin su tecnología, del mismo modo que el pez no puede ser concebido sin su capacidad de nadar.

Creerse por fuera de la naturaleza nos arrastra a una crisis de identidad. ¿Cómo cuidar el ambiente y su biodiversidad si nos consideramos algo ajeno a él? Tan natural es el nido de un hornero como el rascacielos más alto de la ciudad. Nuestra capacidad de transformación no nos separa del mundo natural, sino que nos sitúa dentro de él, como parte de un continuo evolutivo que ahora atraviesa el territorio de los sistemas cibernéticos, IAs, y computación cuántica. 

Pero, ¿qué tan libres somos en este proceso? No hay opción de ser solo humanos, estamos atados a estos sistemas, no por elección, sino por necesidad. 

Como señala Naief Yehya en su artículo ¨El ciborg¨ (2000). las nuevas tecnologías no nos están haciendo la vida más simple, sino que nosotros estamos haciendo que la vida sea imposible sin ellas” Llevamos órganos externos que recargamos durante la noche para utilizar en el dia.  En términos funcionales, prescindimos más de algunos órganos que de nuestra conexión a la red.

Hacer el esfuerzo de verse dentro de la naturaleza cuando todo parece salido de la ciencia ficción puede ser desafiante. Acostumbrarse a esta revolución constante y aceptar que parte de nuestro instinto es el cambio y la transformación. Somos el único animal que pasa buena parte de su existencia tratando de mejorar y aumentar sus atributos intelectuales, físicos y sociales. 

No debemos competir contra nosotros mismos ni convertir nuestro propio progreso en una lucha de egos. La tecnología no es nuestra enemiga, ni un virus, ni un agente externo que nos corrompe. Es parte de nuestro ser. Como decía Yehya, “el hombre es el único animal convencido de que su cuerpo es obsoleto” En esa obsolescencia autoimpuesta, buscamos expandirnos, mejorarnos, trascender. Pero, ¿hacia dónde?

Dejemos de lado el miedo a perder nuestra esencia y asumamos que lo humano es, por definición, cambiante. No se trata de resistencia ni de rendición, sino de aceptar lo que somos. 

Se vienen momentos de transformación, hace menos de una semana Microsoft anunció su chip cuántico. Las computadoras que usamos hoy procesan información con bits, que pueden ser 0 o 1. La computación cuántica, en cambio, usa qubits, que pueden ser 0, 1 o ambos al mismo tiempo gracias a la superposición cuántica. Esto permite realizar múltiples cálculos simultáneamente, acelerando exponencialmente la resolución de problemas complejos. Mientras una computadora clásica prueba soluciones una por una, una cuántica explora todas a la vez. Hablamos de algo muy reciente que parece no tener implicación en nuestra vida, pero cuidado, el paso ya está hecho. IAs cuánticas y soluciones a problemas imposibles parecen acercarse. 

Hay que mantener la compostura, observar nuestro entorno y sentirnos parte de él. La transformación nos acecha y, como ya somos cyborgs, nuestro desafío es volver a ser lo más humanos posible: darle tiempo al otro, vincularnos, reconocer que nuestro sentido está en lo social. Nuestro cuerpo podrá ser reemplazado por una máquina. Quizá incluso nuestro procesamiento de datos. Pero la empatía, el gozo y la locura siguen siendo solo nuestro.

Hagamos con esto lo único que podemos hacer: seguir adelante, contra viento y marea. 

PD: Múltiples artistas indagan y desarrollan su obra sobre este tema. Aquí les comparto un poeta Mexicano Horacio Warpola  y su libro 300 versos para la construcción de un protocyborg orgánico 


Links útiles: 

Horacio warpola: 300 versos para la  construcción de un protocyborg orgánico 

Donna Haraway: Manifiesto Ciborg 

Naief yehya: el cirborg

Dejar comentario

Si querés mantenerte en contacto y al tanto de todas nuestras novedades y proyectos,
te invitamos a dejarnos tu mail y ser parte de la Comunidad Cultura Contemporánea.

Instituto Cultura Contemporánea © 2025. Todos los derechos reservados

Abrir Chat
1
¿Necesitas Ayuda?
Hola 👋, ¿En qué podemos ayudarte?