La hipótesis del montajista y dos herramientas para su labor
Cuando nos acercamos a una sala de exposición y nos encontramos con la obra de algún artista inmediatamente se nos hace presente un diálogo que podemos aceptar o negar. El artista con su obra desarrolla una premisa, dice algo del mundo. Si no es de este, será de alguno, pero es innegable la condición de enunciado de una obra. Ahora bien, ese diálogo cuenta con una serie de condiciones que permiten su existencia de una manera mediada, descifrable, traducible. Muchas veces entendemos que esa condición de posibilidad es establecida por las hipótesis de los curadores, sin embargo olvidamos que ese diálogo comienza donde comenzamos este texto: la sala de exposición. La dimensión espacial de esta conversación está garantizada por los montajistas quienes se encargan de la disposición de las piezas en el espacio. Ellos deben tomar en cuenta muchos factores como la iluminación, el tamaño y el peso de las obras, el número de piezas a colocar, el espacio disponible y el público objetivo para plantear otro supuesto respecto a la obra. Los montajistas no gozan de un lugar tan reputado como los curadores, que por su herramienta, la palabra, se asemejan más al registro del artista y contienen en sí un espíritu intelectual. El montajista usa guantes, a veces mameluco, tapabocas -incluso antes del covid-, cuelga de su cintura una cartuchera de herramientas con un cutter, un poco de tanza, algunos clavos, tacos fischer, cinta doble faz, un centímetro y tiene un ojo puesto en su aliada escalera. Es un intelectual de oficio. O mejor dicho, un intelectual con oficio. Es tan indispensable su labor que su simple ausencia desnuda que no hay diálogos sin ritmo. O si los hay, son ininteligibles.

Tal vez por esta condición de trabajador silencioso, que dice con las manos, el montajista nos resulta lejano en su oficio. Sin embargo, cuentan con trucos y secretos ocultos que nos hacen reflexionar dos veces respecto a cómo se trazan las conversaciones en una sala. A continuación les presento dos técnicas, dos herramientas, muy propias de nuestro siglo, que utilizan los montajistas y que estoy seguro que no sabias:
- Renders: ¿Qué es esto? ¿Se come? Es una imagen digital que se crea a partir de un modelo o escenario 3D realizado en algún programa de computadora especializado, cuyo objetivo es dar una apariencia realista desde cualquier perspectiva del modelo. Este modelo 3D se somete a diversos procesos, que con el uso de técnicas de texturizado de materiales, iluminación, distribución, así como técnicas fotográficas, crean una serie de efectos ópticos que se asemejan a una situación específica en el mundo real.
Un montajista puede usar un render para registrar el espacio disponible, visualizar el resultado final de la disposición de las piezas antes de manipularlas y tomar decisiones sobre el diseño del espacio y la disposición de las piezas.
- Sensores de calor: ??? si, en serio. Y son muy útiles. No hace falta dar una definición muy técnica de ellos, pero básicamente son dispositivos que registran el calor humano y procesan esos datos en un mapa. Un mapeo de calor es una herramienta que permite registrar frecuencia y movimiento
Un montajista puede con un mapeo de calor analizar con más precisión la interacción de los visitantes con cada obra. A su vez permite tomar decisiones sobre el diseño del espacio y la disposición de las piezas. Los montajistas se ven beneficiados porque pueden conocer de forma clara y precisa el gusto del público. Y analizarlo para luego de manera crítica pensar nuevos planteos para las exposiciones.
Ciertamente es fascinante su oficio. Construyen para nosotros las condiciones físicas, las más básicas, para que podamos entablar la conversación con cada obra. La disposición de cada pieza es un juego de precisión atravesado por una hipótesis respecto a cuál es la mejor manera de hacer hablar a un artista. Si te quedaste manija como yo, te comparto este video IMPRESIONANTE que muestra todo el proceso de montaje de las más de 250 obras que expuso el Museo Reina Sofía, en Madrid, del artista Richard Hamilton en el año 2014. Miralo, seguro después te quedas googleando sobre Hamilton, su relación con los Beatles, y alguna que otra polémica con Andy Warhol. Spoiler: parece que Hamilton es mucho más padre del Pop Art que el petiso de EE.UU. No sé, fijate vos, ¡después me contás!